miércoles, 7 de marzo de 2012

MUJER Y SINDICALISMO

LA IDEA DE PRESENTAR ESTE TRABAJO DEL AÑO 2000 ES PARA QUE PODAMOS COMPARAR Y VER CÓMO HAN CAMBIADO LAS CONDICIONES Y REFLEXIONEMOS SOBRE LA CONCLUSIÓN

26 de octubre de 2000

LA MUJER EN EL SINDICALISMO

Palabras preliminares

Este trabajo reproduce fragmentos de uno realizado para el CONICEP, a la vuelta del exilio, en los años 1984/85. Fue bajo la iniciativa del Dr. Mignone del CELS que se obtuvo para los exiliados una beca para realizar un trabajo durante un año. El tema elegido por mi en dicha época fue "La incorporación de la mujer en la industria en los años 45-55", que abarca más de 100 páginas con anexos que incluyen estadísticas, reproducción de convenios y encuestas realizadas a mujeres .
La particularidad de ese trabajo radica en que describe un período de la historia de la lucha de clases en el país, pero con la mirada puesta en la mujer. Mucho se ha escrito sobre esa época, también sobre las pioneras en la lucha por la liberación de la mujer y sobre Eva Perón, pero nunca sobre la mujer anónima, las inmigrantes que constituyeron tempranamente la fuerza de trabajo industrial así como las mujeres que integraron la migración interna que por primera vez se incorporaban al trabajo fabril, a conducir una máquina, a la vida colectiva de una fábrica y a la experiencia sindical y política.
Concluiremos con un breve análisis de la sociedad actual, sus contradicciones, sus retrocesos y sus progresos.
He contado para la confección de esta ponencia con la colaboración de Mabel Darnet y Ana Di Toro, quienes con dedicación me han ayudado a la selección de los fragmentos y a pasarlos a la computadora.
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INTRODUCCION
Es por todos conocido que con la II Guerra Mundial se abrió en el país un período de expansión industrial que absorbería gran cantidad de mano de obra. Es cuando se incorporan una proporción importante de mujeres al campo laboral especialmente en la industria. Como consecuencia de dicha incorporación participará más profundamente en la lucha de clases y comenzará a hacer una experiencia sindical. Pero su intervención en la vida sindical y política no estuvo en proporción con su intervención en el mundo del trabajo. Porque las condiciones de desigualdad y de su opresión en la sociedad se trasladaron al trabajo. De todas maneras, su incorporación masiva al campo laboral, sobre todo de las mujeres de lo medios populares, deja una huella profunda en la historia de la mujer argentina.
Creemos firmemente que existe un nexo que une a las "Madres de Plaza de Mayo" con aquellas primeras inmigrantes -italianas, españolas, judías- muchas de las cuales con su esfuerzo y su trabajo hicieron estudiar o inculcaron a sus hijos y nietos la lucha contra la injusticia, pasando por las "cabecitas negras" que junto a miles de sus compañeras conocieron por primera vez lo que era el trabajo asalariado, manejar una máquina, así como los rudimentos de la organización sindical. Y que integraron con gran combatividad un proceso de luchas de clases en el país, que sirviera de aliento a toda una generación, que cualesquiera fueran sus errores, luchó contra la injusticia social, siendo víctimas de la represión más feroz que se abatiera sobre el país. Entre los desaparecidos, un 30% son mujeres.

LAS LUCHAS A COMIENZOS DEL SIGLO 20
El trabajo de las mujeres y los niños, a quienes se les pagaba el 50% del salario de los varones, significaba en el comienzo del desarrollo industrial, un jugoso beneficio para los patrones. Estos mismos decían sin tapujos: " la mano de obra femenina era sin duda más conveniente, no sólo por ser más barata, sino porque las mujeres eran más sumisas y el promedio de ausentismo que se registraba entre ellas era menor que el registrado entre los varones" (tomado del libro de Bialet Massé).
A pesar de lo manifestado por los patrones, incluso en esa época se dan luchas importantes de mujeres y se organizan las primeras uniones gremiales de las mismas. El primer congreso de la UGT (Unión General de Trabajadores) que se realizara en 1903 contó con la adhesión de la Unión Gremial Femenina y en su Junta Ejecutiva figuraba una mujer: Cecilia S. de Baldovino. No olvidemos que fue la época de la FORA, donde militaban muchas mujeres. En 1907, las obreras telefónicas se organizan espontáneamente para reclamar mejoras salariales, Las condiciones de trabajo, de horario y de salario no podían ser peores. Esta acción trae como consecuencia el despido de ocho compañeras. Y como éstas, muchas otras luchas. En 1909 se organizaron las obreras fosforeras, fundando una Asociación. Antes las obreras del fósforo habían protagonizado una huelga importante, de la cual posiblemente salió la idea de la Asociación - una especie de mutual extensiva a la organización de las luchas. Además de las huelgas de las costureras en Tucumán, el 29 de junio de 1913, se inaugura la sociedad de Resistencia "Lavanderas Unidas" que contó con muchas afiliadas y que desplegó una actividad gremial importante para ayudar a las compañeras que se quedaban sin trabajo.
Parece que las mujeres no eran tan sumisas.

PARTICIPACION SINDICAL DE LA MUJER
Antes de entrar en este tema, se necesario hacer referencia a la intervención de la mujer en la lucha de clases, sin la cual no puede comprenderse su intervención sindical.
Y con respecto a ello, se impone una primera reflexión de carácter general. La historia de América Latina está jalonada a lo largo y a lo ancho, desde Méjico a nuestro país por la movilización de las masas obreras, campesinas, por los habitantes de la ciudad o de las pequeñas villas, en la lucha tanto contra las dictaduras sangrientas, por los derechos humanos, como por el salario, la tierra, el pan, el agua, la vivienda. Mucha sangre se derramó sobre estas tierras. A veces se triunfó, a veces hubo que masticar la derrota. Desde la conquista española hasta nuestros días. En toda esta historia de acciones y de movilización, la mujer participó como el hombre, lo que no podía ser de otra manera, ya que constituye la mitad y a veces más de la mitad. No es posible concebir ninguna acción, en consecuencia sin su participación. En la Revolución Mejicana miles de mujeres con sus niños seguían a los soldados de la revolución, todo un pueblo se trasladaba. Y no sólo las mujeres mantenían a la tropa cocinando. Hubo también quienes empuñaron las armas y montaron a caballo al igual que los hombres. Hubo hechos en los cuales las mujeres decidieron a los hombres a la lucha, siendo las que tomaban la iniciativa.
Sin embargo, la historia rara vez registra estos acontecimientos. Los historiadores solamente recuerdan a las heroínas individuales, a las que se le levantan estatuas, como casos extraordinarios. En nuestro país igual. Cuántas acciones y movilizaciones dirigidas por esas heroínas anónimas se habrán producido en la historia tan profunda de la lucha de clases. Como hemos visto, ya a principios de siglo encontramos huelgas importantes de establecimientos de composición obrera femenina como la huelga de las fosforeras.
Pero en la historia más reciente del período que analizamos tendremos oportunidad de narrar algunos de estos movimientos espontáneos organizados por mujeres obreras. Y sin entrar aún en la anécdota particular, nos encontramos que la clase obrera compuesta por hombres y mujeres venidos del interior del país sin tradición política y sindical, protagonizará huelgas durante el propio gobierno de Perón. Como la huelga de la FOTIA en 1949. Y la huelga de textiles y metalúrgicos en los años cincuenta, que se caracterizaron por su combatividad y ante las cuales Perón cedía. Y después del 55, después de la caída de Perón, las luchas del movimiento obrero alcanzaron niveles extraordinarios. El movimiento obrero sintió que el golpe del 55 fue contra él fundamentalmente. La oligarquía con otras fuerzas reaccionarias dejó partir a Perón al exilio y se abocó a lograr la desarticulación de la clase obrera, empezando por intervenir los sindicatos. La reacción de aquélla fue, podemos decir, unánime. Es cuando frente a la falencia de la burocracia sindical que quedó totalmente desconcertada frente al golpe, se constituye una dirección: la Intersindical, formada por diversos sindicatos de nivel medio, de distintas tendencias políticas, que se erigen en dirección frente al desconcierto, apoyada en una gran combatividad de la clase trabajadora que le dio su aval respondiendo a cada llamado de aquella a un paro general. (Recordamos una experiencia que muestra claramente esto, cuando en el 56 organizamos un paro general, convocado por la Intersindical, pegando simplemente un papelito en el baño de la fábrica).
Es decir, en el gran alza de la lucha de clases que se producen durante el período que analizamos y que se extienden muchos años después, las acciones de las mujeres trabajadoras fueron muchas e importantes. Si nos detenemos solamente a pensar que en los gremios textiles, de la carne, alimentación contaban con gran número de mujeres, también metalúrgicos y gráficos en menor proporción y recorremos aún superficialmente la cantidad de huelgas que hubo en todo el país, la conclusión surge naturalmente.
Sin embargo, estas luchas puntuales o generales de gremios, a veces de fábrica, que a veces triunfaban, a veces se perdían, no se tradujeron en ningún momento en una real participación de la mujer en la dirección de los sindicatos. El gremio textil es un ejemplo: 80% de mujeres, ninguna mujer en la dirección; alimentación: 70% de mujeres, ninguna mujer en la dirección. Ni de las seccionales ni de la Central.
¿Las causas? Creo que son muchas y muy profundas.
1) Una causa general, social. Todo contribuía a que la mujer no se sintiera en condiciones de asumir responsabilidades. Y no porque no era responsable. Su vida doméstica y su vida en el trabajo la mostraban más responsable que el hombre. Pero los prejuicios que la rodeaban, la subestimación, el menosprecio de su papel eran elementos inscriptos en la sociedad como lo son aún hoy. Tengamos en cuenta que se trataba de mujeres de la clase obrera, que muchas veces no tenían ni el ciclo primario completo, lo que no les impedía conocer muy bien cual era la realidad concreta de la lucha contra la patronal y todos los problemas relacionados con su trabajo.
2) Esa causa general, social tomaba formas individuales más directas en la oposición de los hombres más ligados estrechamente a ellas. Sus maridos, sus compañeros, sus padres, sus hermanos. Que si bien tenían que aceptar que trabajara porque era una necesidad para la supervivencia, no estaban dispuestos a aceptar que se elevara a un nivel superior jugando un papel distinto que la colocara por encima de él.
3) Esta causa general social unidas a causas políticas muy concretas que analizaremos con más detención más adelante, hacían que el primero y principal escollo lo encontramos en la propia dirección sindical constituida por hombres.
Comencemos a reflexionar sobre el autoritarismo de la sociedad de entonces. Tal como analizamos al comienzo, el doble proceso que se daba por un lado, entre la base de la clase obrera y muchos activistas sindicales que sintieron como suya esa etapa, que sintieron y quisieron afirmar el peso político de la clase obrera en el país, que llegaron muchas veces a formular programas avanzados y por otro lado, las direcciones sindicales y el aparato de los sindicatos. Sería un error involucrar a todas las direcciones, hubo excepciones, pero el aparato general de la burocracia fue un verdadero obstáculo no sólo por su ideología, sino por el autoritarismo que ella implicaba.
Pero dar su verdadero lugar a la mujer en la dirección sindical era otra. Para todas las burocracias del mundo "el paso a la mujer y la juventud" -como dijeran los dirigentes de la Revolución Rusa- significaba incorporar un fermento de disconformidad, ya que son los sectores más oprimidos.
Pero sería un error atribuir solamente a la burocracia local, la que por supuesto tienen sus propias características, el obstáculo principal al progreso de la mujer en cuanto a su intervención en la dirección pareja a su intervención en las luchas. ¿Y el movimiento obrero? ¿Y la izquierda revolucionaria? ¿Qué papel tuvieron en todo esto? La historia del movimiento obrero y de los sindicatos en la Argentina tienen su origen en Europa, ya que las primeras organizaciones gremiales fueron organizadas por inmigrantes de diversas corrientes políticas: anarquistas, socialistas que trajeron con ellos sus propias concepciones y su experiencia.

LA EXPERIENCIA EUROPEA
El rechazo de los hombres a la intervención de la mujer en el trabajo y en la conducción de las luchas es muy antiguo. Para ello son muy valiosas los estudios hechos por las feministas europeas en relación a la formación de la familia obrera en la época del comienzo del desarrollo industrial.
El hecho concreto que la mujer obrera, al percibir un menor salario, era un elemento de competencia que desalojaba al hombre de la industria, lo que hizo que las organizaciones sindicales y también políticas fueran proclives a justificar el tradicional rol de la mujer como madre y en el hogar. Eso explica en Europa como aquí la formación, en los comienzos del sindicalismo, de sindicatos de mujeres, pues para defenderse se veían obligadas a organizarse en forma independiente, ya que debían luchar en medio de la indiferencia de los hombres que no recogían sus aspiraciones. Sobre todo en las ramas donde los trabajadores eran más celosos de sus prorrogativas (la tipografía, la metalurgia, etc.). Esto ocurrió en Gran Bretaña, Alemania, Dinamarca, EE.UU., Suiza. Así es el caso de EE.UU., las mujeres fundarán la Unión o Liga sindical nacional de mujeres en 1903, para dar un ejemplo.
Madeleine Guibert indica que en el año 1899 en Francia, cerca del 20% de las huelgas de mujeres en los diferentes sectores habían estallado debido a las agresiones sexistas por parte de los patrones.
El debate sobre este tipo de problemas jamás atravesó las filas de las organizaciones obreras, ni siquiera en los períodos de alza revolucionaria.
Por eso es que las solas condiciones objetivas y el grado de conciencia política del movimiento obrero en una situación dada no lo explica todo.
Hasta una prensa feminista obrera existía en dicha época, que describía de manera emocionante la lucha admirable que dirigían las trabajadoras contra una patronal que las superexplotaba. Muchas veces revelaban una lucidez mucho mayor que sus dirigentes y los dirigentes socialistas sobre las dificultades que había para imponer esta lucha cotidiana con el objetivo de cambiar las condiciones de vida y de trabajo. Así, "La explotada" periódico de mujeres suizas que trabajan en fábricas, en talleres y en su casa y que apareció de 1907 a 1908.
Además un antifeminismo proudhoniano va a influir a los trabajadores, porque representaba de una manera u otra los intereses de aquellos y de las organizaciones obreras del sindicalismo naciente del siglo XIX. Proudhon decía en su libro "La pornografía o la mujer en los tiempos modernos": "Supongamos que la mujer pueda expresarse en una asamblea del pueblo, con un voto contrario al del marido: esto significa plantear un desacuerdo y preparar un divorcio. Suponer que la razón de la primera pueda contrabalancear la de del segundo es ir contra la naturaleza y degradar la virilidad"...."El socialismo no viene solamente a restaurar el trabajo, él ha venido a rehabilitar el matrimonio, santuario de la familia, símbolo de la unión matrimonial".... Pero sería un error de ideologismo creer que las ideas de Proudhon son la razón fundamental de la hostilidad hacia la mujer. Las ideas de Proudhon se asentaban en una realidad que era muy conflictiva en los comienzos de la industrialización entre la mujer y el hombre, ya que aquella era una competidora. (1)
Con respecto a esto, son interesantes algunas reflexiones de Antoine Artous en su trabajo "Sobre el sistema capitalista y la opresión de la mujer": "En el siglo XIX, la masa de trabajadores y el movimiento obrero fueron ardientes defensores de la familia. No era el simple efecto de la ideología burguesa, era una respuesta mistificada a la manera en que la burguesía se apoyaba en la competencia introducida por el trabajo de las mujeres..." " Es la competencia de la mujer que se había convertido en un instrumento para hacer bajar el salario lo que determinaba sus discursos sobre el rechazo de las mujeres en las fábricas. Pero su argumentación muestra que habían asimilado a las maravillas la imagen de la mujer instaladas por la burguesía en el siglo XVIII... El campesino que veía -en siglos anteriores- trabajar duro a la mujer, lo que era su pan cotidiano, no pensaba lamentarse sobre la suerte de aquella en nombre de la "feminidad", de su "rol natural" que sería encerrarse en la dulzura del hogar y en la educación de los hijos. Al contrario, hemos visto que estos campesinos tenían tendencia a considerar a sus mujeres como bestia de carga. Es por otra parte revelador que los proletarios de entonces, que se indignaban del trabajo de las mujeres, no lo hacían especialmente en relación a las condiciones de trabajo -considerando a las mujeres trabajadoras como los otros- sino en relación al peligro que entraña el trabajo por la promiscuidad que significa para la moralidad de la mujer..."
Este debate sobre el papel de la mujer se instala después de la derrota de la Comuna de París, El marxismo y muchas mujeres trabajadoras comienzan a hacerse oir en los congresos obreros denunciando sus condiciones de trabajo y las discriminaciones de las que eran objeto. Pero no consiguen triunfar sobre la idea de la "función natural" de la mujer como educadora-madre en la familia y en la sociedad, quizás porque encaraban la lucha de la mujer contra la explotación y no contra la opresión cuestionando estas "funciones naturales".

EN LA ARGENTINA
Una élite de mujeres, con influencia europea en su cultura, ensayó desde fines del siglo XIX la actividad por la liberación de la mujer.
Estas mujeres constituyeron organizaciones y realizaron en 1910 un congreso femenino que tuvo mucho éxito, reunió a mujeres de diversos países y entre otras cosas planteaban: mejoras en las condiciones de trabajo de mujeres y menores, igualdad de salario para las trabajadoras, igualdad civil de las mujeres casadas, reforma del sistema educativo y la ley de divorcio. Julieta Lanteri, como una expresión de lucha para la mujer, forma el Partido Feminista y se presenta como candidata para el Congreso Nacional en 1919.
Sin embargo, iban a pasar muchos años para que si hicieran realidad algunos de los derechos por los cuales estas valientes precursoras lucharon. Una nueva realidad material y social los iba a imponer: la incorporación al trabajo de miles de mujeres en las fábricas, en las oficinas, en las profesiones, miles de mujeres que franquearon los muros de su hogar y se integraron a la vida social. Por una ley en 1947, se obtendrá el derecho al voto, que se ejercerá en 1951.
Además había un cambio estructural en la Argentina, ya que no era la oligarquía, los patrones de estancia los dueños del país. Sin que aquella hubiera perdido su poder real, una nueva clase se había ido formando, una burguesía naciente y pujante había tomado la iniciativa apoyándose en una clase obrera también nueva que había emergido en la escena del país. Y que iba a mostrar una fuerza que superó todos los cálculos de aquella burguesía que el gobierno peronista representaba, que sólo una derrota como la de 1976, precedida por varias derrotas parciales iba a hacer retroceder.
Uno de los pilares del régimen peronista era la organización sindical, la burguesía en su disputa a la oligarquía y al imperialismo necesitaba de ese pilar y sobre todo lo necesitaba para controlar a las masas que habían irrumpido a la vida sindical y política con gran fuerza. Se alienta y consolida una burocracia sindical que combate toda manifestación independiente.
Aunque las mujeres intervinieron plenamente en ese período, en la vida sindical, eligiendo sus delegadas/os, siendo ellas mismas elegidas como delegadas, interviniendo poco en las discusiones políticas y muchas veces demostrando más lucidez que sus dirigentes y que sus mismas delegadas, interviniendo en forma independiente para defender a sus compañeras despedidas. Cuando se constituye una burocracia con privilegios, no era posible canalizar la fuerza espontánea de las mujeres, su energía combativa. Además de las causas sociales que hemos analizado no encontraron un clima general que las favoreciera, espacio para pesar en las decisiones del Sindicato. La dirección sindical no alentaba para nada su intervención. Al contrario, si intentaban siempre contener la intervención de la base -salvo cuando necesitaban movilizarla- ¿como iban a facilitar la intervención de la mujer, más espontánea, más sensible, por ser más oprimida?. Ya sea por sus propias limitaciones políticas y de interés burocrático o por el propio machismo de la sociedad de entonces -acrecentado por su propio poder y autoritarismo- no eran justamente ellos los que podrían tener interés en una mayor intervención de la mujer. Sin embargo, cuando se producía la efervescencia de las luchas o era necesario apoyarse en la base para enfrentar a la patronal o al gobierno, sabían utilizar la combatividad de estos sectores. Por eso es que cuando la necesidad de la acción pasaba, si no se canalizaba su energía en algo superior que le diera continuidad, se producía la desmoralización de muchas mujeres, postergadas siempre en la sociedad.

LA DELEGADA DE FABRICA: No es posible comprender esta figura del sindicalismo, sin ver que se trataba de un nuevo sindicalismo. Antes del 45, el sindicalismo dependía mucho de las ideologías políticas, de partidos políticos. Por ej. la FORA anarquista., los sindicatos comunistas y socialistas que organizaban gremios y tenían como única arma la huelga,. Ser afiliado a dichos sindicatos era identificarse con su ideología, además de ser clandestinos en un comienzo. El sindicalismo después del 45 era masivo y podemos decir casi oficial. La clase obrera había cambiado, estaba constituída por las migraciones del interior, sin tradición sindical ni política. El gobierno representando a la burguesía nacional necesitaba apoyarse en esa clase obrera y al mismo tiempo controlarla. La CGT única entra en esos planes. Las/los trabajadores tomaron muy concientemente lo que significaba para ellos este nuevo sindicalismo y lo usaron en el mejor sentido del término. Las limitaciones que este sindicalismo impuso a sus luchas nos remite a una análisis de la historia que no es el objeto de este trabajo. No puede ignorarse ni subestimarse el peso que la ideología peronista tuvo en la clase obrera argentina. Pero la lucha de clases es algo objetivo por encima de ideologías e intenciones.
Si hacemos referencia a ese proceso, es porque el mismo es importante para comprender la experiencia que muchas compañeras hicieron en él.
Cuando hablamos del sindicato de aquélla época, en los gremios de gran concentración fabril, por lo menos, tenemos que distinguir los distintos estratos del mismo. Una cosa eran los dirigentes máximos, es decir los integrantes de las federaciones o centrales o seccionales de cada gremio, otra los integrantes de las comisiones internas y delegadas/os. Porque hablamos de estratos, porque ello reviste importancia con respecto al problema que analizamos. Las mujeres llegaron al estrato inferior, es decir cumplieron la función de delegada. En cambio rara vez llegaron a ocupar cargos sindicales a nivel de las comisiones internas y menos aún en las comisiones directivas y seccionales. Distinguir entre estos diversos estratos es importante. Veamos.
El cargo de delegada/do estaba en contacto directo con la base, conviviendo con ella en forma permanente, trabajando igual que ella. Aunque algunas veces las delegadas/os abusaron de las posibilidades que las leyes les ofrecían, como tomarse el tiempo para ir al sindicato, etc., para la mayor parte la función de delegada era mas una carga que una ventaja. Además de trabajar a la par de sus compañeras, tenían la obligación de ocuparse de los problemas de su sector. Además la delegada se elegía directamente por sus compañeras, ya sea a viva voz en la asamblea de la fábrica o del sindicato o por voto secreto.
La presión de la opinión o del juicio de las compañeras se debía ejercer más directamente sobre ellas. En cambio dichas presiones sólo podían ser muy indirectas con respecto a las otras funciones sindicales. El abismo existente entre la sensibilidad de un sector y el aparato sindical en los estratos superiores era mucho más profundo. Es claro, la debilidad política, la inexperiencia a veces, la ignorancia otras, llevaba a muchas delegadas a apoyarse más en el aparato sindical que en la voluntad de su sector. Pero esto traía los riesgos de la falta de apoyo, de representatividad, del rechazo de su base, que en las delegadas era vital, sino donde estaba su fuerza. Muchas veces, frente al conflicto de conciencia entre el sometimiento a un aparato burocrático autoritario cuya actividad era en repetidas oportunidades dubitativo frente a la patronal y sus sentimientos de clase y de solidaridad con sus compañeras, prefería renunciar. Esto significaba un golpe más a la confianza de las compañeras y una experiencia truncada.
De las encuestas realizadas a diversas mujeres sindicalistas de la época surge que para elegir delegada era secundario sus ideas políticas. Se elegía a la compañera que era querida y respetada, es decir cuando las candidatas reunían las condiciones para ser delegada, no interesaba su idea política. Es decir, en plena época del peronismo, esto demuestra que a nivel de base, la objetividad era más posible., es decir elegir a aquélla que podía defender mejor a sus compañeras frente a la patronal.
Esta objetividad es imposible encontrarla a nivel de los estratos superiores del aparato sindical. Y esto por varias razones y no menos complejas. Una razón política. Nadie ignora el papel que los aparatos sindicales jugaban en dicho período. Ser electo para los cargos sindicales más altos era tener un peso político en el juego de los organismos del país. A esta razón política se unía toda la gama de intereses que la circundaban: privilegios, figuración y parasitismo social. Todas las características de una casta.
Salir electo para una dirección seccional era un escalón importante para la nacional. Ser delegada o miembro de la comisión interna de una fábrica también podía significar un trampolín para puestos más elevados. Pero como en toda pirámide, mientras la base es más amplia, en la medida que se asciende en la misma es más pequeño el número y la selección mayor. Y esto es más notorio en las fábricas grandes, la relación entre cuerpos de delegados muy numerosos y la cúspide sindical muy pequeña. En las fábricas de menos personal era casi inevitable la proporción e identificación entre comisiones internas y delegados. En las fábricas metalúrgicas se elegía la comisión interna del cuerpo de delegados. En textiles eran dos elecciones distintas, una la de la comisión interna, otra de las delegadas/dos. En esta selección, las mujeres entraban, quedaban a nivel de delegadas y algunas veces de comisiones internas. Y en este último caso ocupando funciones secundarias o características de la mujer, como asistencia social. Cuando decimos que razones políticas guiaban la conducta de los dirigentes sindicales, significa que los cargos y la elección para los mismos entraba dentro del complejo tejido de intereses políticos y a veces personales donde se proponían los candidatos. Las mujeres por su poca participación -cuyas causas ya hemos analizado- no contaban con el peso necesario para hacerse valer en dicho juego. Su falta de participación y la subestimación general hacia ellas las excluyó (felizmente?) de toda esta lucha de a aparatos. Esto no significa que si hubieran accedido, su sexo las hubiera librado de las deformaciones burocráticas y corporativistas que fueron la norma en los sindicatos de la época que analizamos. Pero la verdad es que quedó al margen porque la política la hacen los hombres.
Sin embargo, muchas veces las mujeres obreras fueron utilizadas como base de sustentación de la burocracia, que apoyándose en su limitación y confusión política, al mismo tiempo que en su combatividad las usó para la defensa de sus intereses, conteniendo al mismo tiempo el progreso de las ideas y de la lucha.
Ubiquemos esta reflexión en un período marcado por una gran autoridad de los aparatos sindicales en la realidad nacional y en la ausencia de una verdadera democracia interior, no sólo en la vida sindical, sino como concepción de la sociedad de entonces, en su conjunto.
De las entrevistas realizadas a trabajadoras de la época, con motivo de mi investigación, surge, aún en aquéllas cuyo pasaje por la fábrica fue transitorio, una añoranza sobre la vida de la fábrica. Las horas que las obreras pasaban juntas en su trabajo, 8 o 9 hs., lejos de sus casas era una parte importante de sus vidas, la comunicación entre ellas, transmitir sus problemas y conflictos, reírse para pasar mejor las horas tediosas y duras de la fábrica, donde convivían a veces hasta 200 compañeras por sección, nos puede dar una idea de la vida de la fábrica.


CONCLUSION
Toda esta experiencia, con todas sus contradicciones, que se realizara en los más profundo de una clase obrera pujante, se corta por las sucesivas derrotas que precedieron al golpe de Estado del 76. Dirigentes de listas opositoras a las direcciones burocráticas fueron liquidadas antes del golpe, por las tres A.
La historia no vuelve atrás. No ganamos nada con añorar esa época. No existe ni volverá a existir. Grandes concentraciones fabriles son hoy supermercados. Los barrios que circundaban las fábricas y donde vivían las/los trabajadores de las mismas y donde continuaba, por lo tanto, la vida sindical y política, tampoco existen. Se han perdido las leyes que garantizaban el empleo y los regímenes de horario y de salario que se aplican hoy en el sector público son esclavizantes. El trabajo en negro reina y debido a la gran desocupación no es posible cuestionarlo.
Sin embargo, y esa es la gran contradicción de esta etapa, un avance cultural enorme se ha producido en la sociedad, avances técnicos, avances en las comunicaciones, científicos. Un nuevo internacionalismo comienza a manifestarse, que no depende, como antes, de ningún partido ni dirección burocrática que lo controle (Seattle, Washington, Praga). Con respecto a la mujer -objeto de nuestro estudio- aunque la lucha por su liberación se remonta a siglos, es en los años 60 y 70 del siglo XX cuando toma carácter de movimiento social, lo que nos exige, aunque sea brevemente, referirnos a él en un capítulo específico.

Los cambios culturales producidos en la sociedad, los aportes del feminismo (2)
La derrota, el descenso del peso de los trabajadores en su lucha contra el Capital demostró que está lejos de ser el único sujeto social portador de un futuro del progreso humano. Y lo más extraordinario del feminismo y de otros movimientos sociales que irrumpen en la escena en los años 60 y 70 es que aparecen otros sujetos sociales frente a la necesidad de derrumbar una sociedad de explotación y de opresión.
El feminismo al derribar los mitos, los prejuicios, enfrentar el modelo de familia patriarcal como el principal sustento del sistema de opresión en la sociedad realizó una revolución cultural, imprescindible para transformar ésta de sometimiento y oprobio. Tocó y quizás resquebrajó una de las instituciones más viejas y conservadoras: la Iglesia, capaz de atravesar todos los períodos históricos, con salvajismo como en la conquista de América y en la Inquisición y que hoy, con su doble lenguaje, sigue siéndole útil al patriarcado y al capitalismo.
Según Gramsci, hay dos planos superestructurales: uno es el Estado y otro es la sociedad civil, o sea la familia, la propiedad, los contratos, la cultura, la religión, que deben entenderse también como planos superestructurales del proceso histórico. La tarea es combinada. Para atacar la fortaleza del Estado como superestructura jurídica política hay que asaltar, lo que Gramsci llama las casamatas de la sociedad civil, que lo protegen. No es posible disociar la lucha por el objetivo de una nueva sociedad, del combate por debilitar los planos superestructurales de la sociedad civil que se encuentra en crisis y sufre los embates de la globalización. No se puede luchar contra la superestructura cultural de una época sin afirmar una contracultura, de la misma manera que no se puede luchar contra la propiedad privada, sin afirmar una propiedad social. El combate del feminismo atacando los pilares de la opresión que hemos mencionado contribuye a debilitar el poder patriarcal y capitalista y a crear una contracultura.
Pero no sólo eso. El feminismo como teoría de crítica radical a la sociedad logró esclarecer aspectos de la opresión social que el marxismo había descuidado.
Al levantarnos contra esta sociedad capitalista y patriarcal, cuando luchamos contra la opresión de género o sexo, luchamos para no ser clasificadas, para no ser consideradas como clase, pero al oponernos a la clase capitalista que domina esta sociedad , somos parte de la lucha de clases, que ya no pasa solamente por el trabajador asalariado. De ahí la importancia de los nuevos sujetos sociales. Que con su actividad y problemática concreta facilitan la lucha por la emancipación del trabajo que es uno de los elementos constitutivos de la nueva sociedad. Para construir una sociedad que asegure a cada ser humano lo suficiente para vivir, aunque no trabaje y para que el trabajo sea social y no objeto de mercancía
La lucha por nuestra liberación como mujeres prepara una nueva sociedad, pero la construcción de esa sociedad es imprescindible para que el ser humano pueda sacudir definitivamente las ataduras que le impiden realizarse.
A pesar de los saltos históricos culturales realizados en el siglo que acaba de finalizar, aún sigue pendiente una transformación en la mentalidad de los hombres y de muchas mujeres que aún siendo las víctimas y las oprimidas reproducen -con la ayuda de aquéllos- su opresión. Y ésto se refleja aún en las organizaciones sindicales, en las políticas llamadas revolucionarias, contribuyendo de esa manera al estancamiento de ellas y de la sociedad.
Ha sido la larga lucha de las mujeres la que logró arrancar conquistas, leyes, derechos. Por encima de sindicatos, de partidos, como movimiento social autónomo ha pesado en la sociedad, aunque todavía no pese lo suficiente para hacer cambiar las mentalidades de hombres y mujeres.

LA CTA Y LOS MOVIMIENTOS SOCIALES:
La CTA con las federaciones y la afiliación directa parece vislumbrar un nuevo sindicalismo, que no puede contar solamente con los trabajadores, sino también con los movimientos sociales. Por eso no es casual que por las características de la CTA haya sido ésta la única central sindical que en las resoluciones de su 2º Congreso contemplara como objetivo de lucha la despenalización del aborto y en el último haya aceptado que el 20 % de la comisión directiva deben ser mujeres. Aunque este porcentaje es muy mezquino y está por debajo del cupo aceptado para las candidaturas, es un pequeño avance.
Y las mujeres, ¿somos protagonistas? Si por protagonismo tomamos la intervención en las luchas, es indiscutible que somos las primeras en protagonizar la acción. ¿Pero en las decisiones ? Creemos que aún no. Pero no sólo ellas, tampoco ellos han asumido el protagonismo necesario para llenar de contenido a los sindicatos o crear otros organismos de liberación y decisión que sean el instrumento necesario para transformar la sociedad . Y no lo hemos creado, porque aún no hemos salido de la derrota, aún no hemos construído el nuevo tejido social que imponga el cambio. El Estado providencia o benefactor no volverá. Es inútil plantear la reforma del Estado para ello.
El Nuevo pensamiento para ser nuevo tiene justamente que avanzar a comprender cuáles son los caminos para liberar al trabajo del sometimiento al Capital. El seguro de empleo para todo jefe o jefa de familia que propone la CTA así como la disminución de las horas de trabajo y el presupuesto participativo pueden ser objetivos transitorios para llegar al salario universal, o sea que todo ser humano por el solo hecho de serlo tenga derecho a trabajo, vivienda, salud, educación. Y yo agregaría que toda mujer por el solo hecho de serlo tenga derecho a una anticoncepción eficaz y a un aborto legal y gratuito.
Alrededor de las firmas para lograr el plebiscito, independiente de la resolución de las instituciones parlamentarias, puede crearse un movimiento autónomo que organice a la población y sirva para remontar el desmembramiento del tejido social.

Dora Coledesky, 24/10/00.


Notas
(1) Las referencias sobre las mujeres en el sindicalismo europeo de la época del comienzo del desarrollo industrial han sido extraídas del artículo de Jacqueline Heinen: "De la Ia. a la IIIa. Internacional, la cuestión de la mujer" publicado en la revista Critique Communiste, enero de 1978
(2) Reproducido de un artículo de la revista Reunión nº 7de la misma autora.
Dora Coledesky
26 de octubre de 2000 *

Enviado por Estela Diaz Secretaría de género de CTA (2003-2006) *