Silvia Labairú contó cómo nació su hija en la ESMA y se la entregaron a sus suegros
“El cura sabía que era una secuestrada”
Durante un año y medio estuvo en la Escuela de Mecánica de la Armada , y el Tigre Acosta hizo que su primo sacerdote le bautizara a su hija nacida en cautiverio. Contó que su caso fue excepcional: vio a otras embarazadas a las que les sacaron a sus hijos.
Jorge “El Tigre” Acosta es uno de los procesados. Enviaba a su primo cura a la ESMA.

Aún hoy Silvia Labairú no sabe por qué el Tigre Acosta la obligaba a atender a su primo: “Se presentaba con una careta así de grande con todos los artículos de prensa, donde se veía a cuántos grupos se había exterminado. Y venía a las doce de la noche y el capitán Acosta me hacía pasar a mí. No entendí nunca por qué tenía que atender a este señor y escuchar su charla en una oficina al lado de la suya. Sabía positivamente quiénes éramos nosotros y se presentaba para compartir la alegría por los asesinatos de las personas durante esa semana. Este era el clima”.
Desde Madrid, sentada frente a una computadora en el consulado argentino, Silvia volvió a dar testimonio en las causas de lesa humanidad, como lo hizo hace meses en el juicio por la ESMA , ahora en el debate por el Plan Sistemático de robo de bebés. Además del cura, en la audiencia mencionó otros dos nombres que dieron lugar a que la querella de Abuelas de Plaza de Mayo pidiera remisión de la declaración al Juzgado Federal Nº 2 para una investigación paralela. Uno es Norberto Lataliste, hermano del dueño de la discoteca Mau Mau, a quien tuvo que reportarse ella después de su salida. Y el otro, el periodista Héctor Agulleiro, habitué de la Escuela de Mecánica de los marinos, nombrado director de Canal 13 en 1983. “Había personas del mundo civil, amigos del capitán Acosta que entraban ahí a ver el espectáculo: eran civiles que estaban cerca de esta gente, señoras de la alta sociedad, de la alta alcurnia, que celebraban con estos hechos.”
Como la clínica Otamendi
Silvia Labairú llegó a la ESMA el 19 de diciembre de 1976, con 20 años y un embarazo de cinco meses. De familia de militares, su padre era piloto de una línea comercial, pero pertenecía a la Fuerza Aérea ; su abuelo, del Ejército, había sido ministro de Pedro Eugenio Aramburu. Ella era aspirante de la organización Montoneros, militancia que subrayó, y la ESMA tenía datos de sus parentescos. Alguna vez Acosta le advirtió que también iban a “chupar” a su padre, porque ella militaba en Montoneros y él, entonces, era un traidor. Después de la jura, de los datos protocolares pedidos por los integrantes del Tribunal Oral Federal Nº 6, Silvia volvió a la ESMA.
“Me adjudicaron el número 765, y a partir de ahí se suscitó un forcejeo en el interrogatario: me gritaban, me esposaron, me desnudaron, me golpeaban en un camastro pidiéndome información, era evidente mi estado de embarazo.” A los 20 días la llevaron a Capucha City: “Me tiraron en una colchonetita, con otros tirados en el suelo separados por tabiques, un número importante de secuestrados. Ibamos engrillados con cadenas cerradas por veinte eslabones”. La capucha; el engaño con el que dijo que tenía un mes más de embarazo como si eso sirviera de algo. Un balde, las necesidades físicas ahí. “En mi estado era realmente difícil además de vergonzante poder mantener equilibrio con un embarazo y tener que hacer necesidades delante de todo el mundo.”
La causa releva las condiciones físicas a las que eran sometidas las embarazadas para establecer la sistematicidad. Como a todo el mundo, “me despertaban con un golpe en la cabeza”, dijo. Recibió los mismos alimentos que el resto: mate cocido con un pedazo de pan a la mañana y el “bife naval”, un pedazo de carne fría. Hubo “excepciones” cuando “un jefe o una guardia” tenían “a bien facilitarme un saco de leche o vaso de leche de modo esporádico, y como cosa de piedad”. Hubo baños cada diez o quince días: “Me obligaban a desnudarme en situaciones en las que uno llamado Pedro Labruga me miraba con ojos lascivos estando muy embarazada”.
A los dos meses de llegar, otra compañera logró sumarla al trabajo esclavo con traducciones de inglés y francés. Silvia, que estuvo año y medio en la ESMA , debió, como contó una y otra vez, acompañar a Alfredo Astiz en la infiltración entre las Madres de Plaza de Mayo.
“A pesar de dejarme bajar a trabajar, Acosta no me miraba a los ojos, era como transparente para él y yo seriamente sospechaba que me iban a matar y que esperaban que diera a luz porque en ningún caso me trababan como de alguna manera trataban a los otros con los que conversaban.”
En abril de 1977 estaba de diez meses de embarazo. “El 28 de abril estaba en el sótano de la ESMA y rompí aguas y cuando lo dije llamaron a un enfermero. Me llevaron a la salita que paradójicamente era la misma donde me habían torturado el primer día.” El médico Héctor Magnacco llegó 45 minutos después. Una habitación para secuestrados empezó a funcionar como la Maternidad Clandestina de la ESMA o la Pequeña Sardá.
Como lo había dicho en la audiencia de la ESMA , Silvia contó ayer cómo el Ejército y la Marina buscaban a su cuñada María Cristina Lennie, oficial de Montoneros. Cuando los marinos le preguntaron qué fecha de nacimiento quería ponerle a su hija para inscribirla, trámite encargado a Astiz, ella le puso a su hija los datos de María Cristina Lennie: un mensaje en clave destinado a su familia también fue un mensaje cifrado para ellos. “Le puse Vera Cristina”, dijo y eligió la fecha del 18 de mayo de 1977 con la hora en la que los marinos encontraron y rodearon a María Cristina Lennie en un operativo en la calle y ella se tomó una pastilla de cianuro líquido para quitarse la vida.
Chicha de Mariani habla de las declaraciones del represor Etchecolatz sobre su nieta
“Es una tortura psicológica”
La mujer, que busca a su nieta secuestrada durante la última dictadura, contó que el ex segundo de la Bonaerense se negó ayer a aportar los datos que dijo tener. Cree que su objetivo es extorsionar a los que tienen a la joven o torturarla a ella.
“No tengo ninguna duda de que sabe qué pasó con mi nieta. Pero no tiene intención de decirlo, sólo quiere someterme”, consideró Chicha de Mariani respecto de los dichos en los que el represor Miguel Etchecolatz aseguró tener datos de su nieta de- saparecida, Clara Anahí. “Poca esperanza” en los aportes; “mucha pena”, aseguró tener la Abuela de Plaza de Mayo, quien busca a su nieta, desaparecida desde la misma noche de 1976 en la que policías represores asesinaron a su nuera. Ayer, el comisario retirado, que ya cumple una condena por delitos de lesa humanidad durante la última dictadura y que afronta otra por aquellos cometidos en el conocido Circuito Camps, se negó “rotundamente” a ampliar los “datos y elementos de prueba sobre el destino de Anahí” que supuestamente tiene en su poder, según dijo durante la declaración que prestó el lunes ante el Tribunal Oral Federal No1 de la Plata. “Dice que esperará a que termine el juicio para decirme qué pasó. ¿Qué pretende con esa espera? O él o yo terminaremos nuestras vidas”, concluyó Mariani.
–¿Cree que Etchecolatz tiene realmente la intención de aportar datos para encontrar a Clara Anahí?
–No. Me parece que los está negociando, está extorsionando a quienes tienen a la niña, o me está torturando a mí, una tortura psicológica. Ojalá este hombre tuviera un rasgo de humanidad y terminara con este infierno en el que vivo. No sé qué busca, es una más de sus canalladas. Hoy (por ayer) le dimos la posibilidad de que hable, y se echó atrás.
–¿Qué le propusieron?
–Sólo se le ofreció la posibilidad de concretar una entrevista con Juan María Ramos Padilla (amigo cercano de Chicha, juez de instrucción). El Tribunal aceptó la iniciativa, pero Etchecolatz se negó rotundamente. Yo no voy a ir, no quiero verlo. Ramos Padilla iría en mi representación esta misma tarde (por la de ayer) para escuchar lo que supuestamente sabe sobre mi nieta. Dijo que hablará después del juicio. Pero no voy a esperar un año y medio o dos para ese final. ¿Qué pretende con esa espera? O él o yo terminaremos nuestras vidas.
–¿Tienen alguna alternativa?
–Tomaremos otros caminos, pero aún no los hemos pensado. Declararé el miércoles que viene en el marco del juicio. Pienso decir todo lo que siento. y lo que deseo y lo que espero. Y después de eso, seguiré luchando.
–¿Etchecolatz es el único represor que está vivo y que puede tener datos de su nieta?
–Hay varios más. (El ex custodio de Etchecolatz, Norberto) Cozzani, (los policías) Carlos “Oso” García y Hugo Gullama, otros dos bonaerenses... Todos ellos participaron del operativo en el que asesinaron a mi nuera y se llevaron a Clara Anahí. Ellos saben perfectamente qué pasó. Muchas más personas deben saber, aquellos que mantuvieron relaciones de poder con esta gente. Cuando se llevaron a Clara Anahí me acerqué a la Iglesia (a la capilla Stella Maris) y el capellán me dijo que a mi nieta la tenía una familia de mucho poder. Mucha gente sabe, pero hicieron un pacto de silencio tremendo que no sé a qué atribuir. Pasaron 35 años y siguen mudos. Esta es la primera vez que se fisura, pero solo para molestar.
–¿Tiene alguna sospecha de quién puede llegar a ser esa familia poderosa que se apropió de su nieta?
–Sospechas tuve muchas a lo largo de todos estos años. Se hicieron análisis (de ADN) que no dieron compatibles. El último tramo de la búsqueda estuvo signado por este presentimiento mío de que Clara Anahí es Marcela Noble Herrera. Pero esa hipótesis también quedó en la nebulosa. Hay dos chicas más que se hicieron los análisis en estos días, pero ya no me hago ninguna ilusión hasta no tener los resultados sobre la mesa.
–¿Es la primera vez que escucha a Etchecolatz decir que tiene datos de su nieta?
–Es la primera vez. Se le ha preguntado muchas veces por información sobre la desaparición de mi nieta, y siempre negó saber nada. Nunca dijo nada. Ayer (por el lunes) mis dudas se confirmaron y siento pena. Ya tengo muchos años; tener que ponerme a pensar qué es lo que quiere, qué persigue con esto no es justo. Hubiera querido que la Justicia llegara antes (en el sentido del comienzo de los juicios por delitos de lesa humanidad). Estoy buscando a Clara Anahí, aportando datos a la Justicia , desde el día siguiente a su de-saparición. Siempre trabajé con la Justicia , además de buscarla hasta debajo de la tierra
Fuente: Página12
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